jueves, 30 de octubre de 2008

Un sábado a las 11 a.m.

Ese maldito habito de morir siempre. Eso me reprocho mientras sigo en terapia intensiva. Mis ojos intenta observar entreabiertos. Mi equilibrio no ha vuelto ni tampoco mis reflejos.
Tres semanas atrás había elegido vivir. Pero en un instante todo cambia y vuelvo a lo mismo.
De pronto estoy muriendo y ya no pienso en nada. Pero el post quirúrgico me atormenta con recuerdos del momento en que todos avalaron mi muerte.
Nunca se sabe si se trata de suicidio u homicidio.

Nada me rescata.
Y yo me pregunto si todo esto me hará más fuerte o alguna vez llegaré al final.

Quiero vivir.
Pero necesito que me lo recuerden.

domingo, 12 de octubre de 2008

Nectar

Me levanto. Son casi las nueve de la mañana en este reloj al lado de mi cama que no indica lo mismo que mi celular.
Por debajo de la pesada cortina se ve una pequeña linea dorada que incita a levantarme y mirar por esa gran ventana detrás de la cual el Océano Pacífico me espera.
De hecho lo hago. Todo sigue como ayer cuando llegué.
Excepto algo.
Esos barcos... Esos barcos de guerra me estan mirando. Me miran de frente. Me miran a los ojos.
Creo recordar que anoche cuando miraba, por esta misma ventana las luces de la ciudad, esos colosales pedazos de lata parecían ignorarme. Parecían no verme. O estar prestando atención a otra cosa.
Y me fui a dormir con esa sensación de tener poca importancia. Esa sensación de que todo, absolutamente todo, apuntaba hacia otro lugar.
Anoche no soñé nada.
Pero esta mañana, las inquisidoras miradas de aquellos sabios acuiferos parecían decirme algo.
Me levanté.
Subí al piso 11 a desayunar.
Unas 12 familias ya se encontraban ahi.
A pesar de que aún estaba dormida me dí el gusto de analizarlos a todos con un par de miradas.
El promedio era de mujeres de 45 años, todas rubias, todas escarbadienticas, todas achicharradas por la cama solar. Todas vestidas de gris o negro en su defecto.
Su maridos. Cinturones con guarda pampa. Camisas a cuadros.
Sus hijos. Ya habían tirado un par de floreros de por ahi.
Todo lo que comí era rico. Como siempre en estos hoteles.
Y cuando miré a mi mamá. Me reí un poco.
Yo ya no tenía edad para romper floreros de pequeñas mesas.
Le dije a mi hermana: - Cuidado con los floreros.
Y termine mi nectar.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Ruperto y Virginio: vuelven a las andadas.

Virginio:Ruperto, cuanto tiempo sin verte! ¿Por dónde es que has estado?
Ruperto: - !Hola Virginio! Si, es cierto... Es que anduve buscando nuevos horizontes en la vida. Algo asi como para hacer algo nuevo. ¿Entiendes?
Virginio: - Si Ruperto! capto, capto. Querías empezar una nueva vida después de tantas malas experiencias que te han acontecido. Querías limpiar la grasa del huevo frito que quedó en la sartén. O... vaciar la bolsa llena de césped de la podadora. Destapar la cañería. Cambiarle la yerba al mate lavado. Usar otra marca de shampoo. ¿No es así?
Ruperto: -Exactamente así es amigo compatriota.
Virginio: - ¿Y cómo te ha resultado el cambio? ¿Giran más rápido las turbinas?
Ruperto: . Mmm... las cosas empezaron bien che. Conocí unos seres de maravilla y puse mi mejores energías para lograr resultados positivos. Al principio pareció funcionar, pero al poco tiempo de me derrumbó la estantería. ¿Sabéis que creo que pasó? Confié en esa madera vieja que estaba peor que pino sin estacionar. Verde. De no creer. Pero acabé por entenderlo todo.
Virginio: - Uh Ruperto! Que malo el pato! Pero bueno... por lo menos lo superaste...
Ruperto: - Si... el problema fue que cuando creí que lo peor había pasado, se largó la segunda.
Pero esta vez la estantería se derrumbó por distintas razones. Esta vez a la madera que había comprado reconozco que le faltaba un poco de estacionamiento pero parecía resistente.
El problema en sí, fue que me fallaron los tiempos. Me apuré demasiado. Y bueno... me habré descuidado en algunos aspectos y BRRRRUMMM! Todo abajo.
Peor que la vez anterior!! Todavía no sé si estoy recuperado...
Virginio: - Santo cielo Ruperto! Tienes menos suerte que un cocodrilo! Creo que te convendría comprar una estantería hecha... así no corres tantos riesgos. Hay algunas que vienen con garantía por tres años.
Ruperto: - Te agradezco el consejo Virginio pero por el momento creo que prefiero dejar la pared vacía. Ya no se ni que libros ponerle... Los metí a todos en cajas y no me dan ganas de volver a sacarlos por el momento. Creo que me voy a dedicar a otros muebles. No estoy como para juntar todo el desastre de vuelta.
Virginio: - Bueno Ruperto, tendrías que seguir innovando.
Animo macho! No pierdas la esperanza!