domingo, 16 de agosto de 2009

Clara

Era lo de siempre. Clara sabia que iba a volver sin importar lo que pasara. No imaginaba su vida sin contar con ello. Un polleron poblado de volados colorados se giraba y se revolvía. Su soplo despeinaba aquel mechón de cabello castaño que escapaba del rodete. Como ese sujeto que se rebela del sistema. Pero que lindo le queda el sistema a Clara.
Esa mirada que sabe siempre hacia dónde va a dar el próximo paso.
Clara me conoce.
Sabe que vengo siendo el mismo hombre desde aquel día en que entendí por qué deben existir los límites.
Pero parece que los suyos son tan amplios que le permiten moverse con total libertad.
Clara sabe que no voy a escribir más sobre ella y sobre mí.
Pero a veces se equivoca.
O quizás soy muy caprichoso y no quiero darle la razón.
Si supiera cuanto deseo patear las barreras que yo mismo he puesto para no arrojarme sobre ella desesperadamente. Si supiera el esfuerzo que hago para controlarme.
Su desinterés me atormenta. O quizás ella sabe como manejar lo que siento y hacerme sufrir constantemente.
Clara siempre sabe qué decir. Siempre tiene la frase justa. A veces me pregunto si habrá estudiado algún tipo de método para decir siempre lo que el otro quiere escuchar.
Deseo fervientemente ser yo el único que escuche lo que quiere saliendo de sus labios y nunca otro.
Clara a veces no me dice nada y me lo dice todo. Yo a veces lo niego y otras veces lo exagero. Lo repito en mi mente como un eco inagotable. Una y otra y otra vez. No quiero olvidarlo ni por un segundo.
Clara también lo sabe y espera el tiempo exacto para proveerme de un eco que reemplace al anterior. Me alimenta.
Me aferro al último volado de su pollera con toda mi fuerza. Y ella lo esparce por todo el ambiente como si nada. Pinta el aire con los sentimientos que se vierten de mi.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Ruperto y Virginio IV

Viginino: -Rupert! Ya era hora de que dieras la cara! Estabas desaparecido darling...
Ruperto: -Si es cierto... Pero vos también me podrías haber llamado eh! Estaba bastante ocupado pero una conversación telefónica no se le niega a un amigo.
Virginio: -Es verdad che, estuve flojo... Pero bueno, ahora contame de tu vida. ¿En qué andas?
Ruperto: -¿Preferis que me haga el interesante o solo soy sincero?
Virginio: -Ay Ruperto... No creo que hacerse el interesante sea una mentira o un pecado... Simplemente le pones más emoción a la vida. A mi me da igual, soy tu amigo y te voy a escuchar de todas formas. No me queda otra.
Ruperto: -Si Veryen... Me podes decir que no tenés tiempo y mandarme a volaar.
Virginio: -No es la idea Ruperto.
Ruperto: -Ok, como vos digas.
Virginio: -Bueno Ruperto, straight to the point!
Ruperto: -Bueno, bueno no te me hagás el bilingüe aca che.
Virginio: -Bueno perdon, perdon es que se me pegó.
Ruperto: -Ah si jaja como el chicle ese que le pegamos a la chica del asiento de al frente para que se fuera y pudieramos ver bien.
Virginio: -Que agradable recuerdo amigo! Algo así puede ser...
Ruperto: -Bueno, bueno no me cuelgo más. La cosa es que el otro día me pasó algo que nunca pense que me podía acontecer. Resulta que estaba en un tren nuevo que no sé muy bien a donde iba. La cuestión es que me bajé en la parada siguiente a la que me había subido.
Virginio: -Ah Ruperto sos un cagón!! ¿Me querés decir qué tan peligroso podía ser? O por favor decime que se te estaba haciendo tarde para llegar a algún lugar importante. Porque la verdad es que te has perdido una gran aventura.
Ruperto: -Mmmm tenés razón Virginio... No tenía nada que hacer. Era mi día libre y estaba al pedo mal. Pero lo mas triste no es que soy un cobarde. Lo peor es que creo que ese tren iba a un lugar re piola!
Virginio: -Por el amor de Dios Ruperto!! Vamos ya! Decime dónde lo tenemos que tomar.
Ruperto: -Lamento comunicarte querido camarada que ese tren no tiene horario ni estación.
Virginio: -Bueno pero tiene que haber un lugar a donde llamar para comprar un boleto y te tienen que decir donde tomarlo.
Ruperto: -No, no, tampoco! Ese tren no tiene precio.
Virginio: -Ay amigo te querés morir!
Ruperto: -Eso es cierto che, pero sería triste morirme ahora porque ese tren llega más lejos que el cielo.
Virginio: -Nunca más desaproveches una oportunidad así!